LA ARTERIOSCLEROSIS

LA ARTERIOSCLEROSIS

Factores de riesgo 

En gran medida, la arteriosclerosis esta relacionada con los factores de riesgo vascular y con un estilo de vida poco saludable.

Los principales factores de riesgo para el desarrollo de la arteriosclerosis son: el exceso de colesterol y triglicéridos en sangre, la hipertensión, la diabetes o la obesidad. Además, hay que tener en cuenta los condicionantes genéticos que en ciertos casos pueden ser determinantes en la aparición de esta enfermedad.

EL COLESTEROL

El colesterol es una sustancia fundamental para la vida de las células del cuerpo humano. Se trata de un tipo de grasa, es decir un lípido, que constituye parte de la membrana celular y participa en diferentes procesos fisiológicos como el digestivo y la producción de ciertas hormonas.


El exceso de colesterol en sangre, aunque también su deficiencia severa, son peligrosos para la salud. El hígado es capaz de producir el colesterol que necesita el organismo, pero una alimentación inadecuada con exceso de grasas saturadas, hace que se produzca un aumento del colesterol en sangre, que es altamente perjudicial para la salud.


LA HIPERTENSIÓN

Hipertensión (HTA) significa presión arterial alta, por encima de los límites recomendados (140 milímetros de mercurio, mmHg de presión sistólica o máxima y 90 milímetros de mercurio mmHg de presión diastólica o mínima). En la Hipertensión arterial la presión de la sangre sobre las arterias está elevada y eso produce daño en las paredes de estos vasos sanguíneos y favorece que se depositen colesterol y triglicéridos en dicha pared, por eso es un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de arteriosclerosis.


En algunos casos, la hipertensión puede producir mareos o dolores de cabeza, pero, en general, no produce síntomas, por lo que de ella se ha dicho que es el “asesino silencioso”. La hipertensión arterial se asocia a una alta incidencia de accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio, siendo una de las causas principales de mortalidad en todo el mundo y afectando a millones de personas.


La hipertensión es un proceso crónico, pero prevenible y tratable farmacológicamente. La prevención de la hipertensión, así como de otros factores de riesgo vascular, se hace siguiendo unas pautas de salud básicas y hábitos de vida saludables, como una alimentación equilibrada, con pocas grasas saturadas, baja en sal y en alimentos que la contengan y actividad física diaria.


OBESIDAD

La obesidad no es solo un exceso de peso, es una enfermedad que se caracteriza por un exceso de grasa en el cuerpo. Dicho exceso de grasa altera numerosos procesos fisiológicos, lo que supone una grave amenaza para la salud, pudiendo llegar a producir numerosas complicaciones en el organismo.


El índice de masa corporal (IMC) es una medida de la relación entre el peso y la talla de un individuo. Se mide en Kg de peso por metro al cuadrado. No es una medida precisa de la cantidad de grasa de una persona, pero en la mayoría de los casos un IMC elevado se asocia con un aumento de la proporción de grasa. Cuando el IMC es mayor de 25, se considera que una persona tiene sobrepeso, y cuando es mayor de 30, se considera que tiene obesidad.


La obesidad se asocia muy frecuentemente a hipertensión, dislipemia (alteraciones de colesterol y triglicéridos) y diabetes, por lo que se considera un factor de riesgo vascular importante para el desarrollo de arteriosclerosis.


En las últimas décadas, la prevalencia de sobrepeso y obesidad ha adquirido dimensión epidémicas a nivel mundial, ya que no afecta solo los países desarrollados, sino aquellos en desarrollo. Además de los factores genéticos, la obesidad se debe a malos hábitos de vida, sobre todo a un consumo de alimentos excesivo y de alto contenido calórico y a actividad física muy reducida (sedentarismo).


GENÉTICA

Es un hecho conocido que la arteriosclerosis y sus factores de riesgo aparecen con mayor frecuencia en personas con antecedentes familiares (hermanos, padres, tíos, abuelos), por lo que se ha invocado la importancia del factor hereditario. Sin embargo, aún cuando no son conocidos con precisión los factores genéticos específicos que determinan una elevada tendencia a desarrollar arteriosclerosis. Sí se conocen, sin embargo, algunos de los condicionantes genéticos de las llamada dislipémias familiares (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia e hiperlipemia combinada).

TRIGLICÉRIDOS

Los triglicéridos forman parte de las grasas, sobre todo de aquellas de origen animal, incluyendo las que provienen del pescado. Los aceites son triglicéridos en estado líquido de origen vegetal.

Los triglicéridos se sintetizan en casi todas las células del organismo, pero es en el hígado y en el tejido adiposo donde se producen en mayor cantidad. Constituyen la principal reserva energética del organismo.


Hay que recordar que el exceso de acumulación de triglicéridos en el tejido adiposo da lugar a la obesidad. Cuando una persona come alimentos con un alto contenido calórico, el organismo utiliza las calorías necesarias para obtener energía rápida y el resto de calorías las almacena.

La síntesis de triglicéridos en el hígado está relacionada con la producción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL). Sin embargo, el hígado en condiciones normales no es un órgano de almacenamiento de triglicéridos, por lo que su acumulación es patológica, y se denomina esteatosis hepática o hígado graso. Sin embargo, el tejido adiposo utiliza la acumulación de triglicéridos como depósito de energía.


Las concentraciones de triglicéridos en sangre no deben sobrepasar los 150 mg por decilitro de sangre. El aumento de triglicéridos en sangre, aumenta el riesgo de desarrollar arteriosclerosis, y tienen las mismas consecuencias que el aumento de colesterol LDL, y por tanto aumentan el riesgo de accidentes cerebrovasculares y de infarto de miocardio.

DIABETES

La diabetes es una enfermedad caracterizada por un aumento de las concentraciones de glucosa (azúcar) en la sangre (hiperglucemia). La glucosa es el “combustible” que las células utilizan para obtener energía mediante diferentes procesos metabólicos. Por ello es tan importante el mantenimiento de una disponibilidad adecuada de glucosa para cubrir las necesidades de los diferentes tejidos del organismo. Se denomina glucemia a la concentración de glucosa en sangre. Este parámetro está regulado de manera muy precisa, ya que del mantenimiento de sus niveles depende el funcionamiento adecuado del organismo.


Las concentraciones de glucosa en sangre están reguladas por dos hormonas: insulina y el glucagón. El principal estímulo para la secreción de insulina son los niveles sanguíneos de glucosa. Por tanto, si estos aumentan, se estimula la secreción de insulina, que favorece la entrada de glucosa en los tejidos y, consecuentemente, se reduce la glucemia. El glucagón, por el contrario, aumenta la producción de glucosa por el hígado y aumenta las concentraciones de esta en al sangre.

Después de comer, la secreción de insulina aumenta a medida que se incrementa la glucosa plasmática. Después de una comida normal, la insulina plasmática se eleva de 3 a 10 veces, y se alcanzan unos niveles máximos entre 30 y 60 minutos después del inicio de la comida.

Hay dos tipos de diabetes, la tipo 1 y la tipo 2. La diabetes tipo 1 es una enfermedad que aparece, generalmente, en personas de menos de 30 años. En general, es el tipo de diabetes que aparece en niños y jóvenes. Su característica principal es la incapacidad del páncreas para producir insulina.

La diabetes mellitus tipo 2 es el modelo más frecuente de diabetes en el adulto. El desarrollo de la DM tipo 2 depende de una serie de complejos mecanismos, cuyo rasgo principal es la deficiente utilización periférica de glucosa por los tejidos (resistencia a la insulina) y el déficit relativo de producción de insulina por las células beta del páncreas. Como consecuencia de este defecto, se elevan los niveles de glucosa en la sangre (glucemia).


La diabetes tipo 2 es una enfermedad frecuente en la edad adulta y se asocia con mucha frecuencia al sobrepeso y a la obesidad, generalmente con distribución visceral o abdominal de la grasa corporal.


Su prevalencia mundial se estima que aumentará en un 40% durante los próximos 10 años, pasando de 150 a 210 millones de diabéticos.


La diabetes se asocia a una serie de alteraciones metabólicas como la dislipemia (alteraciones de las concentraciones de colesterol y triglicéridos en la sangre) y se considera actualmente uno de los factores de riesgo principales para el desarrollo de arteriosclerosis.


TABACO

El consumo de productos derivados del tabaco supone un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de de arteriosclerosis y consecuentemente de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Por ello, este hábito de consumo es un problema de salud pública de primera magnitud.


El humo del tabaco es una mezcla compleja de componentes con una amplia gama de actividades biológicas, todas ellas nocivas. Además de sus efectos nocivos sobre el aparato respiratorio, tiene un efecto de potenciación (sinergismo) con otros factores de riesgo vascular y por tanto de riesgo de arteriosclerosis.


El consumo de tabaco se asocia a cambios de los niveles de lípidos en sangre y a alteraciones de las lipoproteínas que transportan el colesterol en la sangre, las cuales podrían contribuir al desarrollo de arteriosclerosis y sus complicaciones. Numerosos estudios publicados acerca del efecto del tabaco sobre las concentraciones séricas de lípidos indican que los fumadores presentan concentraciones sanguíneas de colesterol, triglicéridos, VLDL-colesterol y LDL-colesterol significativamente más elevadas y concentraciones séricas de HDL- más bajas que los no fumadores. Por otro lado, la combustión del tabaco produce sustancias oxidantes que actúan sobre las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y aceleran el desarrollo de la arteriosclerosis.

No existe un nivel seguro de exposición al humo del cigarrillo. Aproximadamente por cada diez cigarrillos fumados al día se produce un aumento del 18% de la mortalidad de origen arteriosclerótico en los varones y del 31% en la mujer. Este riesgo es mayor aún en los fumadores jóvenes, que presentan un mayor riesgo de infarto de miocardio. Por otro lado, numerosos estudios han demostrado que el cese del hábito de fumar tabaco disminuye el riesgo vascular entre un 35 y un 40%.

Prevenir

La Arteriosclerosis no se cura, es decir, no se pueden eliminar estas lesiones de la pared de las arterias, aunque existen medicamentos específicos que frenan su desarrollo y progresión. Medicamentos como las estatinas y los fibratos son capaces de reducir las concentraciones sanguíneas de colesterol y triglicéridos, que disminuyen el riesgo de padecer infartos de miocardio y de accidentes cerebrovasculares.

Pero sobre todo es de vital importancia la prevención de factores de riesgo vascular (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, diabetes, hipertensión, obesidad) que llevan al desarrollo de la arteriosclerosis y sus complicaciones trombóticas. Además, es fundamental seguir hábitos de vida saludable tanto en alimentación, como llevando una actividad física diaria adecuada.

La mejor manera de luchar contra la arteriosclerosis es la PREVENCIÓN. Para ello, es necesario adoptar unos hábitos de vida saludables y llevar un control exhaustivo de los factores de riesgo y enfermedades que favorecen su desarrollo, es decir, la hipercolesterolemia (aumento de los niveles de “colesterol malo” en sangre), la hipertensión, la hipertrigliceridemia y la diabetes.
La mejor manera de luchar contra la arteriosclerosis es la PREVENCIÓN. Para ello, es necesario adoptar unos hábitos de vida saludables y llevar un control exhaustivo de los factores de riesgo y enfermedades que favorecen su desarrollo, es decir, la hipercolesterolemia (aumento de los niveles de “colesterol malo” en sangre), la hipertensión, la hipertrigliceridemia y la diabetes.

En este sentido, es fundamental seguir unos hábitos de vida saludables. Es decir, evitar consumir un exceso de grasas saturadas, aumentar el consumo de frutas y verduras y la práctica regular de actividad física. Es especialmente importante realizar ejercicio de tipo aeróbico como montar en bicicleta, nadar, correr o andar a paso rápido. Además, es de gran importancia reducir el consumo de alcohol y suprimir el consumo de tabaco, ya que este es otro de los factores de riesgo para el desarrollo de arteriosclerosis.

PROMUEVE

MANTENER EL PESO

BAJAR EL COLESTEROL

HACER EJERCICIO CON REGULARIDAD

ALIMENTACIÓN SANA Y EQUILIBRADA